El Santo Padre recibe al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede y les recuerda los dramas actuales: guerras y conflictos armados, cambio climático, falta de derechos, sobre todo para las mujeres y sed de solidaridad y justicia. El antídoto que propone el Papa es el diálogo y políticas a favor de los más vulnerables.
“La cita de este año desea ser una invocación por la paz en un mundo que ve cómo crecen las divisiones y las guerras”. Así ha definido el Papa Francisco su encuentro con el Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, a quien recibe todos los años desde que está en el Pontificado. Precisamente a ellos – a los 183 estados que han ido en representación – el Papa les ha asegurado que su presencia “afirma el valor de la paz y de la fraternidad humana, que el diálogo contribuye a construir”.
Antes de iniciar su extenso discurso, Francisco ha expresado su reconocimiento por la atención que dichos países dirigen a la Santa Sede, marcada, entre otras cosas, durante este último año, por la decisión de Suiza, de la República del Congo, de Mozambique y de Azerbaiyán de nombrar embajadores residentes en Roma, como también la firma de nuevos acuerdos bilaterales con la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe y con la República de Kazajistán.
El Papa también ha anunciado que la Santa Sede y la República Popular China han acordado prorrogar por otro bienio la validez del Acuerdo Provisional sobre el nombramiento de los Obispos, estipulado en Pekín en 2018. “Espero que esta relación de colaboración pueda desarrollarse en favor de la vida de la Iglesia católica y del bien del Pueblo chino” ha expresado. Por último, ha renovado la certeza de la plena colaboración de la Secretaría de Estado y de los Dicasterios de la Curia Romana, la cual, con la promulgación de la nueva Constitución apostólica Prædicate Evangelium, ha sido reformada en algunas estructuras para un mejor desempeño.
La posesión de armas atómicas es inmoral
El primer asunto que el Pontífice ha querido tratar con los diplomáticos ha sido sobre la “amenaza nuclear”. Recordando a san Juan XXIII, Francisco explica como para el “Papa bueno” todavía estaba viva la amenaza de una guerra nuclear, provocada en octubre de 1962 por la así llamada crisis de los misiles de Cuba. “La humanidad estaba a un paso de su propia extinción, si no hubiesen sido capaces de hacer prevalecer el diálogo, conscientes de los efectos destructivos de las armas atómicas” ha dicho el Papa Francisco. Pero, lamentablemente – dice el Papa – “la amenaza nuclear es evocada todavía hoy”. “Debo reiterar en esta sede que la posesión de armas atómicas es inmoral porque —como observaba Juan XXIII— «si bien parece difícilmente creíble que haya hombres con suficiente osadía para tomar sobre sí la responsabilidad de las muertes y de la asoladora destrucción que acarrearía una guerra, resulta innegable, en cambio, que un hecho cualquiera imprevisible puede de improviso e inesperadamente provocar el incendio bélico»”.
El Papa además ha aprovechado para expresar su preocupación por el estancamiento de las negociaciones acerca del reinicio del Plan de Acción Integral Conjunto, más conocido como Acuerdo sobre el programa nuclear iraní. “Deseo que se pueda llegar cuanto antes a una solución concreta para garantizar un futuro más seguro”.
Hoy está en curso la tercera guerra mundial
La tercera guerra mundial ha sido el segundo asunto sobre el que ha querido reflexionar el Papa ante los diplomáticos: “Hoy está en curso la tercera guerra mundial de un mundo globalizado, en el que los conflictos parecen afectar directamente sólo a algunas áreas del planeta, pero que implican sustancialmente a todos” ha expresado, asegurando que el ejemplo más cercano y reciente “es precisamente la guerra en Ucrania, con su reguero de muerte y destrucción”. Es por ello que ha renovado su llamamiento “para que cese inmediatamente este conflicto insensato, cuyos efectos afectan a regiones enteras, incluso fuera de Europa, a causa de las repercusiones que esto tiene en el campo energético y en el ámbito de la producción de alimentos, sobre todo en África y en Oriente Medio”. Y en esta “tercera guerra mundial” a pedazos que estamos viviendo, el Papa también ha mencionado a Siria “como una tierra atormentada” y ha expresado su preocupación por el aumento de la violencia entre palestinos e israelíes, en donde particularmente golpeada ha sido Jerusalén, ciudad santa para los judíos, cristianos y musulmanes. “La vocación inscrita en su nombre es la de ser la Ciudad de la Paz, pero por desgracia se ha convertido en escenario de enfrentamientos. Confío que pueda encontrar de nuevo esa vocación de ser lugar y símbolo de encuentro y de convivencia pacífica, y que el acceso y la libertad de culto en los Santos Lugares continúe siendo garantizado y respetado según el status quo” afirma el Papa.
El Papa recuerda que el diálogo es la vía para lograr la paz
El tercer punto de su discurso ha sido recordar que el camino del diálogo es el camino para alcanzar la paz. Diálogo y más diálogo es la propuesta del Papa Francisco para la República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Cáucaso meridional, Yemen, Etiopía, África occidental, Burkina Faso, Malí, Nigeria, Sudán, Malí, Chad, Myanmar y la península coreana. “Todos los conflictos ponen siempre de relieve las consecuencias letales de un continuo recurso a la producción de nuevos y cada vez más sofisticados armamentos, a veces justificada por la razón de que actualmente la paz «no puede garantizarse si no se apoya en una paridad de armamentos» – ha recordado el Papa – por ello, dice “es preciso romper esa lógica y proceder por el camino de un desarme integral, porque ninguna paz es posible allí donde proliferan instrumentos de muerte”.
¿Como construir la paz?
En un tiempo de tanto conflicto, el Papa enumera los cuatro bienes fundamentales para construir el hilo de paz, retomando algunos elementos de la Pacem in terris, un texto extremadamente actual incluso habiendo cambiado gran parte del contexto internacional.
Paz en la verdad
“Construir la paz en la verdad significa en primer lugar respetar a la persona humana, con su «derecho a la existencia, a la integridad corporal», y garantizarle «la posibilidad de buscar la verdad libremente y […] manifestar y difundir sus opiniones». Esto exige «que en todo el mundo se cree un ambiente dentro del cual no sólo los poderes públicos de cada nación, sino también los individuos y los grupos intermedios, puedan con mayor seguridad realizar sus funciones, cumplir sus deberes y defender sus derechos»”. Hoy el Papa ha denunciado que, a pesar de los compromisos asumidos por todos los estados de respetar los derechos humanos y las libertades fundamentales de cada persona, “todavía hoy, en muchos países, las mujeres son consideradas como ciudadanos de segunda clase”. Francisco también ha recordado que la paz exige que “se defienda la vida”, un bien que hoy es puesto en peligro no sólo por los conflictos, el hambre y las enfermedades, sino demasiadas veces incluso desde el seno materno, afirmando un presunto “derecho al aborto”. “Nadie puede arrogarse el derecho sobre la vida de otro ser humano, especialmente si este está desprotegido y por tanto privado de cualquier posibilidad de defensa” ha dicho Francisco, por ello, destaca su llamamiento a las conciencias de los hombres y las mujeres de buena voluntad, particularmente de cuantos tienen responsabilidades políticas, “para que trabajen por tutelar los derechos de los más débiles y se erradique la cultura del descarte, que lamentablemente incluye también a los enfermos, las personas discapacitadas y los ancianos”.
El Papa también retiene que el derecho a la vida también está amenazado allí donde se sigue practicando la pena de muerte. “La pena de muerte no puede ser utilizada para una presunta justicia de estado, puesto que esta no constituye un disuasivo, ni ofrece justicia a las víctimas, sino que alimenta solamente la sed de venganza. Hago, por tanto, un llamado para que la pena de muerte, que es siempre inadmisible pues atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona, sea abolida de las legislaciones de todos los países del mundo. No podemos olvidar que, hasta el último momento, una persona puede convertirse y puede cambiar”.
Además, el Papa recuerda que la paz también exige que se reconozca universalmente la libertad religiosa. “Es preocupante que haya personas perseguidas sólo porque profesan públicamente su fe y que en muchos países la libertad religiosa esté limitada. Aproximadamente un tercio de la población mundial vive en esta condición. Junto a la falta de libertad religiosa está también la persecución por motivos religiosos. No puedo dejar de mencionar, como demuestran algunas estadísticas, que uno de cada siete cristianos es perseguido. A este respecto, manifiesto mi deseo de que el nuevo Enviado Especial de la Unión Europea para la promoción de la libertad de religión o creencias fuera de la Unión Europea pueda disponer de los recursos y medios necesarios para llevar adelante adecuadamente su propio mandato”.
Paz en la justicia
“Construir la paz exige que se busque la justicia” dice el Papa a los diplomáticos. “Se puede hacer mucho bien juntos, basta con pensar en las loables iniciativas destinadas a reducir la pobreza, ayudar a los migrantes, contrarrestar el cambio climático, favorecer el desarme nuclear y ofrecer ayuda humanitaria. Sin embargo, en tiempos recientes, los diversos foros internacionales se caracterizaron por crecientes polarizaciones e intentos para que se imponga un pensamiento único, lo que impide el diálogo y margina a aquellos que piensan distinto”. El Pontífice avisa que existe el riesgo de una deriva, que asume cada vez más el rostro de un totalitarismo ideológico, que promueve la intolerancia respecto al que no adhiere a supuestas posiciones de “progreso”, que en realidad parecen conducir más bien a un retroceso general de la humanidad, al violar la libertad de pensamiento y de conciencia.
Por ello, considera “necesario” volver al diálogo, a la escucha mutua y a la negociación, favoreciendo las responsabilidades compartidas y la cooperación en la búsqueda del bien común, bajo el signo de esa solidaridad que «surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común». “Las exclusiones y los vetos recíprocos no llevan más que a alimentar mayores divisiones afirma.
Paz en la solidaridad
Para el Papa, “los caminos de la paz son caminos de solidaridad, porque nadie puede salvarse solo. Vivimos en un mundo tan interconectado que el actuar de cada uno termina por repercutir en todos”. Por ello ha subrayado tres ámbitos en los que emerge con particular fuerza la interconexión que une hoy a la humanidad y por los que es especialmente urgente una mayor solidaridad.
“El primero es el de las migraciones, que afecta a regiones enteras de la tierra. Muchas veces se trata de personas que huyen de guerras y persecuciones, afrontando peligros inmensos. Por otra parte, «ha de respetarse íntegramente también el derecho de cada hombre a conservar o cambiar su residencia […], de emigrar a otros países y fijar allí su domicilio» y debe tener la posibilidad de regresar a su propia tierra de origen”.
En este sentido, el Papa recuerda que la migración “es una cuestión en la que no es admisible “proceder de forma desorganizada”” y para comprenderlo, es suficiente mirar el Mediterráneo – dice – “convertido en una gran tumba”. “Esas vidas truncadas son el emblema del naufragio de nuestra civilización”. Por ello, afirma que en Europa urge “reforzar el marco normativo, por medio de la aprobación del Nuevo Pacto sobre Migración y Asilo, para que se puedan implementar políticas adecuadas que acojan, acompañen, promuevan e integren a los migrantes”. Además, dice, “la solidaridad exige que las necesarias operaciones de asistencia y cuidado de los náufragos no pesen totalmente sobre las poblaciones de los principales puntos de llegada”.
El segundo ámbito abarca la economía y el trabajo. “Las crisis que se sucedieron en los últimos años han puesto en evidencia los límites de un sistema económico que tiende más a crear beneficios para unos pocos que oportunidades de bienestar para muchos; una economía que tiende mayormente al dinero que a la producción de bienes útiles”. “Esto – continúa el Papa – ha generado empresas más frágiles y mercados de trabajo altamente injustos”. Por tanto, el Papa pide “dar dignidad a la empresa y al trabajo, combatiendo toda forma de explotación que termina por tratar a los trabajadores del mismo modo que una mercancía”.
El tercer ámbito es el cuidado de nuestra casa común. Francisco recapitula que de forma continua se presentan ante nosotros los efectos del cambio climático y las graves consecuencias que esto tiene en la vida de poblaciones enteras.
Paz en la libertad
Por último, Francisco asegura que construir la paz exige que no haya lugar para «la lesión de la libertad, de la integridad y de la seguridad de otras naciones, cualesquiera que sean su extensión territorial y su capacidad defensiva». “Esto es posible si en cada comunidad no prevalece la cultura del abuso y la agresión, que lleva a mirar al prójimo como a un enemigo al que combatir más que a un hermano al que acoger y abrazar” explica ante el Cuerpo Diplomático. De hecho, explica que le preocupa el debilitamiento, en muchas partes del mundo, de la democracia y de la posibilidad de libertad que esta consiente, aun con todos los límites de un sistema humano. “Esto muchas veces lo pagan las mujeres y las minorías étnicas” ha dicho.
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