(AFP, Estados Unidos, 12/11/2019)
«Dentro de este edificio, nuestros niños están protegidos por un equipo de intervención armado y capacitado», advierte un cartel en la entrada. Para protegerse de los tiroteos, los centros educativos del condado rural de Shelby, en Ohio, han sido de los primeros en Estados Unidos en armar a sus profesores.
Miradas macabras, ropas deshilachadas, rostros con cicatrices… Varios individuos sospechosos merodean esta mañana por los pasillos de la escuela secundaria del pequeño pueblo de Sidney. Con el arma en la cintura, el ayudante del sheriff, John Pence, mantiene la calma. Es Halloween y algunos estudiantes están disfrazados.
El policía está asignado a tiempo completo a la seguridad de este lugar, una respuesta bastante común en Estados Unidos a la proliferación de tiroteos en escuelas e institutos secundarios. Pero en caso de ataque, contará con refuerzos más inusuales: profesores armados, todos voluntarios.
La medida, autorizada en 15 estados estadounidenses para que las circunscripciones académicas la apliquen de manera discrecional, es objeto de debate en el país.
Pence es consciente de los argumentos en contra, como que los profesores están aquí para enseñar, no para matar personas; o que no están suficientemente entrenados.
«Puede que no funcione en algunos lugares, tal vez en la ciudad», admite. Pero aquí, en medio de los campos de maíz y frijol, la mayoría de los voluntarios están «acostumbrados a manejar armas».
Es el caso de este profesor, un cazador veterano, que habla en AFP bajo condición de anonimato para no comprometer la confidencialidad del dispositivo de seguridad y arriesgarse a convertirse en un «objetivo» privilegiado en caso de un tiroteo.
Con voz ronca y tranquila, dice que está seguro de su elección, «sin temores, sin dudas», incluso si algún día tuviera que dispararle a uno de sus alumnos.
«Es una de las cosas para las que tienes que prepararte mentalmente», dice, ataviado con su camisa a cuadros de leñador. «Los demás alumnos también tienen derecho a volver a ver a sus padres en casa por la noche».
– Una muerte cada 17 segundos –
La idea del «programa», como lo llaman eufemísticamente las autoridades locales, surgió después de la masacre en 2012 en Connecticut en la escuela primaria Sandy Hook, que dejó 28 personas muertas, 20 de ellas niños, el atacante y su madre.
El sheriff de Shelby, John Lenhart, se dio cuenta de cuán vulnerables eran las escuelas del condado a este tipo de ataque, y alentó las medidas como necesarias ante un cálculo escalofriante: «En general, una persona muere cada 17 segundos después del primer disparo, por lo que debe intervenir de inmediato».
Sin embargo, nunca sugirió que los profesores dieran clases o caminaran por los pasillos con sus pistolas en el cinto. «No quería que nuestras escuelas fueran el lejano oeste», dice el sheriff, de bigote blanco cuidadosamente cortado.
Las armas a las que tiene acceso el «equipo de intervención», unas Glock 9 mm, se guardan, con un segundo cargador y cajas de municiones, en pequeñas cajas fuertes negras que se abren con las huellas digitales.
Orgulloso de que el distrito escolar de Sidney (3.500 estudiantes, divididos en seis instituciones) fue pionero en esta área, su director, Bob Humble, cree que el dispositivo, además de permitir una respuesta rápida, tiene un efecto disuasorio en los «locos armados».
«Su objetivo es matar a tantas personas como sea posible lo más rápido posible», explica. «Por eso creo que hay muy pocas posibilidades de que ocurra aquí, solo porque saben que alguien los abatirá rápidamente».
Un «tema de sentido común» que, tras haber sido objeto de reticencias iniciales, hace siete años, «ahora es parte del decorado» en una comunidad familiarizada con las armas de fuego.
– «Me siento seguro» –
Sentados al volante de sus grandes autos en una fila muy ordenada, los padres o abuelos, como David Bishop que vino a buscar a su nieta, están lejos de escandalizarse con el asunto.
«Mi nieta sabe cómo usar un arma», dice. «Su hermano y su padre tienen armas, su madre también, todavía es muy joven, pero le han enseñado a respetar una pistola y usarla si es necesario», cuenta.
Estudiante del último año de secundaria, Tom, de 18 años, dice que el tema no se habla con frecuencia en el patio de recreo: «Todos sabemos que las armas están allí, pero en realidad no nos preocupa. Están en las cajas fuertes, los alumnos no pueden acceder» a ellas.
El joven asegura tener «confianza» en sus profesores. «Me gusta la idea, me siento seguro porque sé que están especialmente entrenados, y si un intruso irrumpe, pueden detenerlo».
Después de una formación inicial de veinte horas impartida por la policía, los profesores implicados repiten sus prácticas cada mes.
Son sometidos previamente a «entrevistas exhaustivas» y sus antecedentes penales se analizan con cuidado, dice el sheriff, convencido de que las escuelas de este pequeño condado de Ohio «se encuentran entre las más seguras del país».
«Todo se hace para que los miembros del equipo sean dignos de confianza», dice el profesor anónimo.
Hace unos años, uno de sus colegas inició un proceso de divorcio con su esposa, que también era profesora. Fue inmediatamente retirado del «programa».