- En medio de una cadena nacional, en directo, el presidente de El Salvador ordenó a su ministro que desmantelara el Monumento a la Reconciliación, erigido en 2017 por el 25.º aniversario de la paz.
(RT) Nayib Bukele es muchas cosas. Entre ellas, impulsivo.
—Le voy a pedir, ministro, que desmantele ese monumento, por favor; es un insulto al pueblo salvadoreño –dijo Bukele.
La noche del 4 de junio, El Salvador escuchaba la cadena nacional del presidente de la República, convocada para informar sobre los estragos generados por la tormenta tropical Amanda, estragos superpuestos a los de la pandemia de covid-19.
Las casi dos horas de cadena nacional terminaron siendo una especie de consejo de ministros al aire en el que el presidente pedía reportes a los titulares de cada cartera. A media exposición de su ministro de Obras Públicas, Romeo Rodríguez, a Bukele se le ocurrió –cual epifanía– demoler el Monumento a la Reconciliación.
—Así haremos, presidente –respondió sumiso el ministro Romeo.
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Inaugurado el 15 de enero de 2017, el Monumento a la Reconciliación es un conjunto escultórico con el que el gobierno anterior (en manos del FMLN, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) quiso conmemorar el 25.º aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, una de las fechas trascendentales en la historia del país.
El padrino político de la obra es Gerson Martínez, ministro de Obras Públicas entre los años 2009 y 2019. El objetivo, dice a RT el exministro, era dejar como legado una escultura «que recordara a las futuras generaciones que la manera de resolver las diferencias tiene que ser de una manera democrática, civilizada».
Lo que Bukele ha pedido desmantelar es el elemento central del monumento. Una escultura de bronce bautizada como la ‘Civis’, media mujer que irrumpe del suelo y supera los 12 metros de altura. Desnuda y pintada de un azul chillón, estaba destinada a ser el centro de atención.
Delante de Civis, entre sus brazos y sus pechos, caminan entrelazados y sonrientes las estatuas de un soldado de la Fuerza Armada y de una guerrillera, precedidas por una bandada de palomas. Ocho metros de bronce ella y otros ocho él, solo que a ellos no los pintaron de azul.
La polémica rodeó la obra desde antes de la inauguración. En dos palabras, no gustó. Apenas se filtraron las primeras imágenes, fue motivo de ácidas burlas y sobrenombres en redes sociales: la Michy, la Chichuda, la Pitufina, la Muñeca, Avatar.
Incluso el escultor que hizo la maqueta-base, un salvadoreño radicado en Italia llamado Napoleón Alberto, se desvinculó del resultado. «El monumento es tosco, lleno de rigidez y tiene defectos de anatomía y proporción», dijo cuando se desveló la obra. «Como artista, me siento irrespetado y este objeto no refleja mi propuesta», sentenció.
El exministro Gerson está consciente del revuelo, pero lo zanja con que en el arte «todo es opinable y la crítica es bienvenida porque justamente de eso se trata el arte». Él apela al simbolismo de la obra y a la legalidad: «Es un patrimonio cultural protegido por el Código Penal».
«Monumento horrible»
El anuncio de demolición no estaba en el guion de la cadena nacional del 4 de junio. A Bukele se le ocurrió cuando su ministro de Obras Públicas le informó que la tormenta Amanda generó 45 derrumbes en la carretera que une la capital con el puerto de La Libertad, una obra ejecutada durante la gestión del exministro Gerson.
—¿Y qué hizo el ministro de Obras Públicas durante 10 años? ¿No era el ministro de la transparencia, el mejor ministro de toda la historia del país? ¡45 derrumbes en una calle!.
—Creo –respondió el ministro Romeo– que lo de la transparencia quedó más que todo en monumentos, presidente.
—Monumento horrible, por cierto –replicó Bukele.
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«Sí está fea, la verdad», dice el escultor salvadoreño Néstor Hernández.
Las tres figuras centrales se fundieron y moldearon en México. Se trajeron por partes y se ensamblaron en El Salvador. Pero el conjunto monumental incluye otros elementos, como un relieve escultórico de cuatro por dieciséis metros que trata de condensar la historia de El Salvador. Está detrás de la Civis, a apenas una treintena de pasos.
El escultor Hernández es el responsable directo de ese relieve. De hecho, en un principio creyó que el desmantelamiento afectaría también a esa obra complementaria. «Ya fui a investigar y parece que el relieve no lo van a botar; solo la Muñeca», dice.
Como escultor, certifica el aluvión de críticas: «La figura está desproporcionada; las personas de la fundición allá en México como que no tenían muchos conocimientos de proporción». También tiene serias objeciones a cómo el gobierno del FMLN ejecutó toda la obra; cree que pesaron más los criterios políticos que los artísticos.
Como escultor también, no le hace gracia la idea de que al presidente de turno se le ocurra que tal o cual estatua debe ser eliminada, porque sí. El anuncio de Bukele en la cadena nacional le parece «un berrinche» y «una falta de respeto a los artistas».
Pregunta obligada: ¿la quitaría si de usted dependiera? La respuesta del escultor Hernández: «En parte sí, porque la verdad es que a nadie le gusta la escultura; pero por otra parte sí la dejaría, como símbolo del mal trabajo que han hecho los gobiernos«.
La señora azul
Cuando el ministro Romeo finalizó su reporte pos-Amanda, Bukele se dirigió después a su ministra de Vivienda, Michelle Sol, y le pidió lo mismo: el balance preliminar de las viviendas afectadas por las crecidas de ríos y quebradas.
La ministra Michelle habló cuatro minutos, tiempo en el que alguien sopló a Bukele que hay un Monumento a la Reconciliación y una plaza de la Transparencia, las dos ejecutadas en la gestión del exministro Gerson. El matiz le pareció lo suficientemente importante como para tener que aclararlo. Interrumpió a la ministra y se dirigió de nuevo al ministro Romeo.
—Ministro, me dicen que el monumento a la Transparencia es un parque; yo pensé que era la señora azul. Es la señora azul la que hay que (…) pero eso es después de la (…) del inventario y de resolver el problema. Es la señora de azul la que hay que desmantelar, no el parque.
—Así haremos –respondió sumiso el ministro Romeo.
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Al día siguiente de la cadena nacional, un comunicado del partido FMLN calificó como «barbarie» el anuncio de Bukele. «La destrucción de monumentos es la expresión irracional en contra de la patria, es la intención materializada de destruir a los adversarios», reza el pronunciamiento.
En términos similares se expresa el exministro Gerson: «El patrimonio público no se puede manejar como si fuera una finca; eso de destruir monumentos y plazas no lo han hecho en El Salvador ni los más feroces dictadores».
Cree con firmeza que la obra es un bien tutelado por la ley, pero intuye que eso no será suficiente para evitar que termine en una fundición. «El presidente ocupó militarmente el Congreso y no acata los fallos de la Sala de lo Constitucional; yo no puedo predecir lo que hoy por hoy es impredecible», dice.
Bukele no ha vuelto a expresarse en público sobre el Monumento a la Reconciliación desde que ordenó su demolición. Para esta crónica, RT le ofreció la posibilidad de expresar algo al respecto, de reafirmar o rectificar, pero prefirió no dar declaraciones.
«Lo que no se vale es no hacer y destruir», remata el exministro Gerson.
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Después del ‘así haremos’ del ministro Romeo aquella noche del 4 de junio, no se volvió a hablar del Monumento a la Reconciliación en la hora larga que la cadena nacional aún se prolongó. Bukele dio por finalizada la intervención de la ministra Michelle y pasó a interrogar a Francisco Alabí, el ministro de Salud.
—Ministro Alabí, el hecho que tengamos esta emergencia urgente no nos quita que tenemos la otra emergencia importante, que es el tema del covid- 19. ¿Cómo estamos en eso?