Más de 400 millones de personas son perseguidas cada año por causas religiosas y de imposición.
22 de junio, 2014
Muhsin Shihab, padre de familia, se vio obligado a correr por su vida, y la de su familia de 10, luego de que unos budista extremistas iniciaran una serie de ataques mortales contra una localidad en Sri Lanka.
Su delito: Ser musulmán.
17 de noviembre, 2017
Shin Jen Who, monje, fue arrastrado fuera de su vivienda en medio de la noche y colgado en medio de un bosque cerca de una localidad en India.
Su delito: Ser budista.
24 de noviembre, 2020
20 personas fueron asaltadas y perseguidas por un grupo de 60 mientras estaban celebrando el bautismo de un miembro de su iglesia.
Su delito: Ser cristianos.
Para el cierre del año 2018 se habían registrado por múltiples entes internacionales un aproximado de 260 millones personas en estado de persecución por causa de sus creencias religiosas.
Estos actos de persecución variaban desde simple intimidación hasta actos de imposición y asesinatos múltiples contra miembros de su propia comunidad solo por el simple hecho de profesar una religión distinta.
Una familia aterrorizada
Muhsin Shihabes, padre de ocho niños, vivió el infierno con su familia desde que una ola de violencia derrumbó la paz en su pueblo el 22 de junio del 2004. Los diez miembros se tuvieron que refugiar en una mezquita local desde que fueron desplazados por los disturbios, no comieron durante un día y medio, sin tener claro cuándo podrían salir de allí sin peligro.
En las áreas que rodean la ciudad de Aluthgama, al suroeste de Sri Lanka, musulmanes y budistas habían convivido pacíficamente durante generaciones.
Pero una ola de mortal violencia colectiva tras una concentración dominical de monjes integristas budista había volado por los aires esta pacífica convivencia. Luego de la concentración, monjes budistas marcharon por barrios musulmanes, incendiando y destruyendo docenas de hogares y negocios.
Un monje que no consiguió la paz
Shin Jen Who, fue un monje budista de 29 años que llegó un pueblo en la región de Bineka, donde se estableció para realizar parte del llamado del budismo.
Una noche se presentaron a su casa un grupo de hinduistas extremistas que lo arrastraron fuera de su casa, lo golpearon y apedrearon hasta dejarlo inconsciente para por ultima instancia colgarlo en una región boscosa cerca de su casa.
El principal descontento de los lugareños fue verlo con los niños del pueblo dando enseñanzas sobre sus creencias.
Una celebración termina en caos
Madvi Mukka invitó a varios miembros de su iglesia a unirse junto con él en un evento muy importante para la familia: el bautismo de su hijo. Tras tener un tiempo de oración, los invitados comenzaron a celebrar el bautismo del joven. Mientras comían, un total de 60 vecinos del pueblo, irrumpieron y atacaron a estos creyentes con palos y barras metálicas.
Nuestros hermanos trataron de huir, pero los aldeanos les persiguieron por toda la zona. A algunos incluso les lanzaron flechas cuando los veían. También quemaron sus Biblias.
Esto duró desde la 01:00 A.M. hasta las 05:00 A.M. La policía no llegó hasta las 7:30 A.M.; lo único que hicieron fue llevar a los creyentes heridos al hospital.
Concretamente a Madvi Mukka le clavaron una flecha en el estómago y está gravemente herido.
En total, quince personas se encuentran en estado de gravedad tras el incidente, y otras cinco personas está en situación crítica, habiendo sido trasladadas a otro hospital con mejores medios para tratarlos.
Estas historias podrán ser particulares, pero no son únicas. Millones de personas sufren cada día la violencia de grupos que dicen ser movidos por sus «ideales religiosos» pero que solo han demostrado un fin de violencia y destrucción.
Organizaciones gubernamentales y de ayuda social se han pronunciado en las últimas décadas sobre este problema. La organización internacional Puertas Abiertas y hasta el mismísimo Vaticano han llamado a un cese a la persecución y un pro a la convivencia pacífica.