(Infobae, Brasil, 22/08/2019)
Los signos de crisis están en todas partes.
Sao Paulo, la ciudad más grande del hemisferio occidental, se vio cubierta esta semana por una gigantesca nube de humo, la cual se mantuvo día y noche.
La campaña viral #PrayfortheAmazon está arrasando en las redes sociales. Y una de las principales agencias de investigación del gobierno confirmó que las tasas de deforestación en la Amazonía se están disparando, al igual que la tasas de incendios forestales.
Pero el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, el hombre más capaz de detener la crisis, no solo ignora el problema. Cuando se le preguntó esta semana sobre los crecientes incendios en el «pulmón del planeta«, acusó a las organizaciones no gubernamentales de establecerlos, para «llamar la atención» negativamente contra él y su gobierno.
«El incendio se inició, al parecer, en lugares estratégicos«, dijo. «Hay imágenes de toda la Amazonía. ¿Cómo puede esto suceder? Todo indica que al parecer la gente fue allí a prender el fuego y a filmar. Ese es mi presentimiento«.
Esto ocurre semanas después de que acusó al director de una agencia gubernamental, que supervisa la Amazonía, de mentir sobre el aumento de la deforestación, y al que por cierto despidió. También ha estado envuelto en una disputa pública con Alemania y Noruega, que han recortado la ayuda a la Amazonía por sus políticas.
Las controversias no solo se han convertido en una gran distracción política, atrayendo las críticas de algunos de los científicos más destacados de la nación, también representan una amenaza mortal para la posición de Brasil como líder mundial en medio ambiente.
Bolsonaro tuvo muchos votos como presidente el año pasado en buena medida gracias a las promesas de abrir el Amazonas para los negocios. La deforestación ha aumentado desde que asumió el cargo a principios de año. Solo en julio, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil, el Amazonas perdió 1,400 kilómetros cuadrados de bosque, más de la mitad del tamaño de Rhode Island. La destrucción y el contacto humano dentro de la Amazonia están haciendo posible lo que alguna vez se pensó que era casi imposible: los incendios forestales en una selva tropical.
La selva amazónica sirve como pulmón del planeta: absorbe dióxido de carbono, lo almacena en los suelos y produce oxígeno. No por nada los científicos coinciden en que es una de las grandes defensas del mundo contra el cambio climático.
En Brasil, el Amazonas ha sufrido 74.155 incendios desde enero, informó el instituto de investigación espacial. Eso es un 85 por ciento más que el año pasado y significativamente más que los 67,790 incendios del 2016, cuando hubo severas condiciones de sequía en la región asociadas con un fuerte evento de «El Niño».
Los agricultores queman la selva tropical para despejar la tierra y mantener el espacio abierto. Bolsonaro, tratando de sacar al país de años de estancamiento económico, está alentando el desarrollo en la región.
Pero para Carlos Nobre, uno de los principales científicos de Brasil, ésta actividad causará aún más daño.
Estos incendios, alimentados por los vientos de un frente frío entrante, produjeron escenas esta semana que fueron a la vez sorprendentes y siniestras: el humo oscurece los cielos del mediodía sobre Sao Paulo y otras ciudades. El día se convirtió en noche, lo que generó confusión difusa y muchos chistes.
«Cualquiera puede ir [al instituto de investigación espacial] y ver las alertas de incendios por todas partes», dijo Ricardo Mello, jefe del Programa Amazónico del Fondo Mundial para la Naturaleza. «Se puede ver que son reales, se ven por cámaras infrarrojas. No hay forma de negar esto… Es muy ingenuo para él decir que eso no está sucediendo«.