Cuando leemos que niños, jóvenes, mujeres y adultos están muriendo en
suicidios o crímenes atroces no podemos evitar una sensación de inseguridad
que no es una percepción, es una terrible realidad.
Cuando leemos que los delincuentes una y otra vez, por tecnicismos judiciales
y criterios de interpretación de las leyes quedan libres nos sentimos
indefensos.
Cuando vemos que alguien mata por conducir con licor o alguien asesina a
toda una familia y luego le dejan libre con medidas cautelares nos llena una
sensación de desconfianza en la justicia y el sentido común de quienes
deberían defendernos.
Costa Rica está enferma, está herida de muerte en su democracia, en lo
judicial, en lo político.
Cuando vemos que los legisladores no aprueban leyes para actualizar las penas
por los delitos así como alcanzar jurídicamente a quienes hoy delinquen
usando la tecnología y no exigen cuentas por las leyes que deberían ser
aplicadas para erradicar la inseguridad y el crimen de nuestras calles, de
nuestros barrios, entonces nos sentimos decepcionados.
Cuando vemos que hacemos hasta lo imposible por ayudar a extranjeros que
vienen a Costa Rica a delinquir, pero no prevenimos ni vigilamos a quienes
están en nuestros barrios con causas pendientes, consumiendo drogas y nadie,
ni las autoridades, instituciones y el pueblo hacen nada, entonces se nos acaba
la esperanza de que alguna vez este país sea gobernado y dirigido como debe
de ser.
Lo he dicho antes, Costa Rica está enferma y no le damos medicina sino
veneno. Pornografía, violencia por la televisión, novelas narco, exaltación de la
criminalidad, decadencia moral, enseñanza en escuelas y colegios de guías
trans-género, sexualidad y sensualidad en todos los medios, ideologías
absurdas que atentan contra lo establecido, cuando sacamos a Dios de la vida
diaria y lo reemplazamos con libertinaje, el resultado que obtendremos es lo
que está pasando.
El problema es el pecado, es la transgresión de la ley y la impunidad ante ello.
Nos hemos puesto una venda y hemos decidido no ver, meter la cabeza en la
tierra como el avestruz y creer que nada pasa y nada sucederá.
O nos volvemos a Dios como corresponde, o ponemos leyes adecuadas y las
aplicamos, o tomamos las decisiones necesarias o perderemos el país. ¿Lo
haremos? ¿Tendremos las agallas? Es lo que está en juego, la locura legislativa
o la cordura cívica, civil, familiar.
Hoy más que nunca debemos ser capaces de elegir bien a quienes han de regir
los tres principales poderes de la Republica. Hoy tenemos que hacer valer
nuestro criterio acerca de lo que es mejor para Costa Rica. Basta ya de que
otros tomen las decisiones que por responsabilidad, conciencia y civismo ,
debemos tomar cada uno de los que habitamos esta tierra.
Que Dios nos ayude a cada uno a tomarlas o lo pagarán los más inocentes, los
más desprotegidos. Es hoy, no mañana, no más tarde en un tiempo indefinido
posponiendo hacernos escuchar y sentir ante quienes debemos hacerlo.
Quienes olvidan la historia tienden a repetirla.
Autor. Jorge Leiton