Principal productor mundial de soja, segundo de carne y sexto de leche… Las mesas brasileñas, y las de 800 millones de personas en el mundo, estarían garantizadas sólo con lo producido en el gigante sudamericano. Sin embargo, el hambre azotó con dureza a Brasil también en este año que termina: más de 30 millones de sus ciudadanos no tienen para comer.
El informe que en junio pasado dio a conocer la Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Red Penssan) ha sido una de las noticias del año en la principal economía sudamericana y, según muchos analistas, incidió en la victoria electoral en segundo turno del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).
Según esa investigación, elaborada en plena pandemia de covid-19, son 33 millones las personas que no tienen qué comer, aproximadamente, el 16 por ciento de la población, en un incremento que se midió en 14 millones de personas de un año al otro.
«Actualmente, por los retrocesos del Gobierno de (Jair) Bolsonaro, millones de hombres, mujeres y niños pasan hambre en el país. Tenemos un número que asusta de 33 millones de personas que pasan hambre crónica en el país y 115 millones pasan algún tipo de inseguridad alimentaria», asegura en diálogo con la Agencia Sputnik la profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Carol Proner.
Y aclara: «El hambre no es solo la falta de comida, nosotros sabemos que también atiende a la inseguridad alimentaria, la desnutrición y la propia desinformación al respecto del estado de salud alimentaria».
En su discurso de victoria, el 30 de octubre pasado, el exmetalúrgico lo dejó en claro al asegurar: «nuestro compromiso más urgente es acabar otra vez con el hambre. No podemos aceptar como normal que millones de hombres, mujeres y niños de este país no tengan que comer, o que consuman menos calorías y proteínas que lo necesario».
Proner, también integrante de la Asociación Brasileña de Juristas por la Democracia y allegada al presidente electo, asegura a esta agencia que «el primer objetivo del Gobierno de Lula, a partir del plan de Gobierno y después de que fue diplomado, por los compromisos expresados públicamente, es la erradicación del hambre».
La mujer recuerda que Brasil salió del mapa del hambre en 2014 cuando Dilma Rousseff (2011-2016) era la presidenta.
«Brasil es el tercer mayor productor de alimentos del mundo y el primer productor de alimentos con proteína animal, tenemos una inmensidad de tierras productivas y exportamos para el mundo entero. Es inaceptable que tengamos 33 millones de personas pasando hambre crónica en el país», enfatiza.
Políticas públicas y agricultura familiar
Una de las primeras cosas que hizo Lula luego de investirse en 2003 fue plantearse la erradicación del hambre con dos políticas principales: apoyar a la agricultura familiar para aumentar la producción de alimentos de consumo interno y que la población más pobre acceda a una renta que le alcance para comprar dichos alimentos.
«Durante el Gobierno de Bolsonaro todas las políticas públicas que transversalizan derechos fueron destruidas, los consejos de participación popular fueron destruidos, las políticas públicas que unifican registros fueron desvirtuadas», advierte Proner.
Y recuerda que Lula prometió en la campaña la reconstrucción de esas políticas públicas para que todo brasileño «tome desayuno, almuerce y cene todos los días», tal como el líder del PT y sus seguidores repiten casi como si se tratase de un mantra.
Las políticas a las que refiere Proner son el Sistema Único de Asistencia Social (SUAS) y el Registro Único en el Combate al Hambre (CRAF, por sus siglas en portugués). Esas dos políticas públicas son asociadas al programa Bolsa Familia y al beneficio de prestación continuada.
Ahora, además de los 600 reales ya asegurados en el Congreso Nacional, se sumarán 150 reales por familia con hijos hasta cinco años de edad. Bolsa Familia contiene condicionamientos para la obtención del subsidio como frecuencia escolar (con controles en las escuelas públicas) y carnet de vacunación de padres y crianzas, entre otras cosas.
En el tercer Gobierno que comienza el 1 de enero, Bolsa Familia incorporará a 30 millones de familias y estará conectado a otras políticas como el control de inflación, revisión de precios de paridad de exportación, salario mínimo y creación de empleos.
Proner recuerda que «el 70 por ciento de la comida que abastecen a las familias de Brasil provienen del programa de agricultura familiar llamado Programa de Adquisición de Alimentos, que incluye compras gubernamentales y merienda escolar saludable, libre de agrotóxicos».
Con esto, Brasil pretende terminar con el hambre y con la desnutrición como ya lo hizo alguna vez, aunque un nuevo éxito dependerá de cuánta tierra ha sido arrasada.
(Sputnik)