UE – Los líderes de la Unión Europea están listos para dar un giro histórico este jueves en Bruselas, donde se reunirán con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, para reforzar el gasto en defensa y reafirmar su apoyo a Ucrania. La decisión llega en un momento de tensión, marcada por la suspensión de la ayuda militar estadounidense a Kiev bajo la administración de Donald Trump, lo que ha sembrado dudas sobre la fiabilidad de Washington como garante de la seguridad europea. Este cambio ha obligado a Europa a repensar su estrategia frente a un expansionismo ruso que mantiene en vilo al continente.
Aunque Trump insiste en su compromiso con la OTAN, sus advertencias de que no defenderá a aliados con bajos presupuestos militares, junto a su acercamiento a Rusia, han encendido las alarmas. En respuesta, Emmanuel Macron ha llamado a Europa a blindarse ante la posibilidad de un abandono estadounidense, incluso planteando extender el paraguas nuclear francés. Alemania, por su parte, ya ha pactado relajar sus restricciones fiscales para inyectar miles de millones en defensa, mientras la Comisión Europea propone movilizar hasta 800.000 millones de euros, incluyendo deuda común por 150.000 millones para armar al bloque.
El respaldo a Ucrania, sin embargo, enfrenta escollos internos. Aunque la UE busca proyectar unidad, Hungría, liderada por Viktor Orban —aliado de Trump y cercano al Kremlin—, amenaza con vetar una declaración conjunta. La cumbre también lidia con disputas sobre la ayuda militar: Kaja Kallas propone 20.000 millones de euros, pero el reparto financiero divide a los socios. Países del este y norte acusan a Francia, Italia y España de no aportar lo suficiente, mientras estos defienden que su contribución real supera las cifras oficiales.
A pesar de las fricciones, la UE avanza hacia una mayor autonomía militar, consciente de que la guerra en Ucrania podría ser solo el preludio de nuevas amenazas. La cumbre de Bruselas no solo definirá el apoyo a Kiev, sino que sentará las bases de una Europa menos dependiente de un Estados Unidos cada vez más impredecible. Con el riesgo de que un miembro de la UE sea el próximo blanco de Moscú, el continente se encuentra en una encrucijada: fortalecerse o resignarse a su vulnerabilidad.