(El Pais.cr,San Jose 02/10/2019)
Ciudad de México, 2 oct (Sputnik).- En México existe un riesgo de que el presidente Andrés Manuel López Obrador ejerza un poder «personalista y autocrático», dijo el martes a Sputnik, Jesús Zambrano, fundador de la guerrilla de la Liga Comunista «23 de Septiembre», a la cual perteneció una rebelde torturada a quien la semana pasada el Estado mexicano pidió perdón.
«Están en riesgo las libertades, hay desequilibrios en el uso de los poderes presidenciales, que avanzan al establecimiento de un poder personalista y autocrático que lastima a muchos luchadores históricos contra el régimen autoritario», dijo Zambrano, uno de los líderes del Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda) que López Obrador abandonó en 2013 para fundar su movimiento.
Ortega, quien recibió un balazo en la boca y estuvo preso en 1974 durante la llamada «Guerra Sucia», que dejó cientos de desaparecidos, asegura que López Obrador, quien en aquellos años militaba en el Partido Revolucionario Institucional (PRI, derecha), «está pretendiendo apropiarse, a su manera y con su propia narrativa, de una historia compleja, que conllevó al sacrificio de miles de vidas y que ahora las pisotea».
El pasado 23 de septiembre, la titular federal de Gobernación y exministra de la Corte Suprema de Justicia, Olga Sánchez Cordero, ofreció disculpas en nombre del Estado a la exintegrante de esa guerrilla, Martha Alicia Camacho Loaiza, militante que fue víctima de tortura por el Ejército en Sinaloa (oeste), en 1977, junto con su esposo y su hijo que nació en prisión.
«Este Gobierno pide disculpas solo a algunas víctimas, pero está provocando muchas más víctimas con sus políticas y decisiones en materia social, que desarticulan instituciones construidas en muchos años de una costosa transición democrática», indica Zambrano.
El líder político considera que, en los últimos 20 años, desde que ocurrió la primera alternancia en la Presidencia en casi un siglo, México vivió un proceso complejo que permitió la alternancia en la presidencia de 2018.
«El mejor homenaje a las víctimas que quedaron en el camino, es mantener en alto las banderas por la democracia y el pluralismo en este país, que no tenga retrocesos autoritarios de ningún signo, ha sido un esfuerzo mayúsculo que ha costado tantas vidas hacer avanzar, que no es mérito de un solo caudillo», expresó el líder político de 66 años, que fue presidente de la Cámara de Diputados (2015-2016).
Una memoria terca
Zambrano afirma que el proceso político mexicano requiere un esfuerzo de reconstrucción colectiva, que no gire alrededor de un solo hombre para reconstruir «la memoria terca».
«Tampoco debemos olvidar que, cuando las luchas fueron desiguales y dolorosas, el actual presidente era parte del sistema político, cuando era militante del PRI, con el cual rompe hasta 1987, por eso es necesario un esfuerzo de miles de memorias», advierte Zambrano.
López Obrador se incorporó aquel año al germen del PRD, fundado por el tres veces candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente general Lázaro Cárdenas (1934-1940), que nacionalizó el petróleo, así logró convertirse en jefe de Gobierno de la Ciudad de México (2000-2006) y dos veces candidato presidencial de esa formación.
«Mientras él (López Obrador) era parte del sistema corrupto, que secuestraba, que violaba derechos humanos, que masacraba, ahora resulta que reconoce algunos crímenes de Estado; pero solo de manera selectiva, manipulando la historia y tratando de apropiarse del legado de miles a su propia manera, para darse una baño de izquierda, de la que nunca ha sido realmente parte», sentencia el entrevistado.
López Obrador se define como parte del «liberalismo histórico» surgido en el siglo XIX, que opone a todas las formas del conservadurismo.
Los acelerados episodios que sucedieron en México desde la llamada «guerra sucia» de los años 1960 y 1970, hasta la fecha «obligan a recuperar la experiencia de los agitados y violentos años 1970 y 1980» del siglo pasado, recomienda el líder que del comunismo se trasladó a la socialdemocracia de centroizquierda.
Zambrano rechaza, por ejemplo, la manipulación en los reconocimientos y premios nacionales a algunos de los sobrevivientes del asalto al norteño Cuartel Madera de Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, que los rebeldes mexicanos realizaron inspirados en el ataque del líder cubano Fidel Castro al Cuartel Moncada, en 1953, primer paso de la revolución armada en Cuba.
Se refiere además a la controversia que se armó en redes sociales cuando Pedro Salmerón renunció como director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, por haber escrito que fueron «valientes» los jóvenes que participaron en el movimiento guerrillero, y que intentaron secuestrar al empresario octogenario Eugenio Garza Sada en el norte del país.
El historiador fue acusado de hacer «apología de la violencia».
La revisión de aquellos hechos debe contener el reconocimiento de que «lamentablemente se llevaron las cosas a unos términos de enfrentamiento en que ahora no se alcanzan a entender, si no admitimos que la década de los años 1970 fueron de enorme cerrazón y represión autoritaria, de inexistencia de la pluralidad política», explica el protagonista.
México, continúa el análisis, padecía un sistema político de «partido de Estado», en el cual toda crítica era tomada como «sedición o infiltración comunista en plena Guerra Fría».
Los movimientos estudiantiles o campesinos de 1969 tenían como respuesta la represión y el genocidio.
La decisión de muchos militantes políticos de aquellos años «fue apenas una respuesta a la acción represiva del Gobierno que dejó como única salida la vía armada y la formación de grupos rebeldes guerrilleros» con el marco del mundo de la época.
Aquella fue la determinación de miles de jóvenes «y me cuento entre ellos», dice Zambrano, que tomaron la decisión de avanzar en la confrontación al Estado que «provocaron una reacción muy violenta de parte del Gobierno y sus militares».
Fueron los tiempos de la «Guerra Sucia», que dejó cientos de desaparecidos, sobre la cual no hay una cifra de consenso.
«En aquellos años, las fuerzas del Estado secuestraron, torturaron desparecieron y mataron a miles de jóvenes, de luchadores sociales identificados con los movimientos rebeldes», enfatiza.
Zambrano recuerda que cuando fue detenido en marzo de 1974 «recibí un balazo en la boca, cuando intentaron asesinarme, estuve sin esperanza, porque en aquellos años no existía la ilusión de hablar de derechos humanos».
Hoy se puede clarificar lo que sucedió en esos episodios, sobre la base de que «avanzamos por una transición política por vías democráticas y alternancias pacífica pluralista, no autoritaria, como la más reciente elección del año pasado».
Esos fueron los pasos más cercanos a las luchas democráticas en este país, «y no la gestas legítimas del siglo XIX en las que se regodea el presidente», refuta.
Por eso considera que es bueno que se reconozca a algunas de las víctimas de la represión, pero advierte que «es maniquea la pretensión de reducir la discusión a decir si aquellos jóvenes fueron valientes o no, o a la tragedia del empresario que perdió la vida», cuando reaccionaron su escoltas y se armó un enfrentamiento en que murieron además dos guerrilleros.
No se trató de valentía o cobardía, responde, «eran las convicciones personales que llevaron a muchos jóvenes a jugarse la vida por lograr un cambio en el país», puntualizó.
Las consecuencias de aquellas batallas «no fueron correctas», y el resultado «no fue lo mejor, por eso dejamos las armas en los años posteriores y nos lanzamos a luchar por la democracia», termina.
En 1981, los comunistas apostaron a la vía pacífica, participaron en las elecciones de 1985, apoyaron la candidatura de Cárdenas en 1988, y se incorporaron al PRD en 1989. (Sputnik)