El escalofriante dato de que nada menos que 1.900 millones de personas viven aproximadamente con menos de 1 dólar al día nos lo dice todo: el mundo no está bien repartido, y es necesario hacer algo para cambiarlo. Si no se actúa con contundencia, el objetivo del milenio de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza extrema, propuesto por la Organización de las Naciones Unidas, está lejos de cumplirse o es que están esperando una explosión social mundial de proporciones inmedible e impronosticable.
La pobreza afecta a las personas de maneras distintas según el grupo de edad, género, pertenencia étnica, religiosa o ubicación. Los niños, en particular, son uno de los grupos más vulnerables a la condición de pobreza debido a su dependencia física, emocional, económica y social, como también a la falta de autonomía de las familias y de las instituciones.
Hoy tenemos la tecnología y la capacidad de producir alimentos suficientes para abastecer a toda la humanidad. El problema, sin embargo, no se encuentra tanto en la producción como en la distribución de los recursos, conocimientos y mercados, y el acceso desigual a los mismos. El objetivo de erradicar esta pobreza extrema pasa, pues, por mejorar en este aspecto y conseguir un reparto más justo de los recursos y de su acceso. Voluntarios, grupos, asociaciones y oenegés trabajan duro en este sentido, y tú tienes mucho que hacer. Está en manos de todos colaborar para cambiar esta situación que tantas personas padecen.