( El Mundo )Tras la reaparición del líder corcoreano acabaron las especulaciones. Aunque, seguramente, nunca sabremos qué ha pasado realmente estas tres semanas de ausencia pública.
Al final, el muerto estaba muy vivo. Capítulo cerrado. O no. Porque ha vuelto a pasar: la imposibilidad de rascar información contrastada del hermético régimen de Corea del Norte ha dado pábulo a enterrar antes de tiempo al último de la saga de los Kim.
Sólo la misteriosa desaparición de un dictador del que no sabemos ni su edad real podía competir en atención con el monotema del coronavirus. Han sido tres semanas de ausencia que han dado para muchas teorías: una operación cardíaca por su obesidad y tabaquismo; una muerte que supuestamente tardaba en anunciarse porque había que buscar a un sucesor; un dictador escondido del coronavirus en un resort de lujo…
Al final, Kim Jong-un ha reaparecido y los obituarios se han vuelto a guardar en el cajón como ya pasó en 2012 y 2014. Kim ha inaugurando una fábrica de fertilizantes en la ciudad de Sunchon, a 50 kilómetros al noreste de Pyongyang. Sonriendo y con un traje negro. Ni siquiera llevaba bastón o cualquier señal de haber pasado por el quirófano. Al menos, es lo que se aprecia en las imágenes que nos han dejado los medios oficiales de Corea del Norte.
La agencia estatal de noticias KCNA ha informado que el líder norcoreano cortó el viernes la cinta en la apertura de la fábrica. Hasta detalla que los presentes «estallaron en vítores estruendosos de hurra» cuando Kim apareció. Y no lo hizo solo. Estuvo acompañado por varios altos funcionarios norcoreanos. Algunos llevaban mascarillas. Incluso estaba su hermana Kim Yo Jong, cuyo nombre estos días ha llenado titulares de prensa vinculándola como la posible sucesora.
Las fotografías difundidas han sido tan calculadas que en una se ve al líder bajo una pancarta con la fecha de 1 de mayo. La propaganda norcoreana no quiere que haya dudas. También han sacado un vídeo de Kim caminando por la fábrica mientras los empleados alzan las banderas y lo aclaman.
Última aparición pública
Estos últimos 21 días han dado para muchas especulaciones, falsas informaciones y desmentidos. Todos los actores protagonistas y cercanos a esta historia han querido aportar algo. Desde las voces más prudentes de las autoridades de Corea del Sur, que han insistido una y otra vez que no habían detectado «nada inusual en el estado de salud de Kim Jong-un». A los tumbos desde Washington para negar que Kim estuviera mal pero dejando alguna puerta abierta. Y otros que se quisieron apuntar a última hora a la ronda de opiniones sobre el tema, como el director de la Oficina de Seguridad Nacional de Taiwan, Chiu Kuo-cheng, que aseguró el jueves que el líder norcoreano estaba enfermo.
Para entender un poco el revuelo de estos días hay que ir al principio de todo, tras la ausencia del líder el 15 de abril, en el 108 aniversario del nacimiento del fundador del país, Kim Il Sung, uno de los eventos más importantes del año. El periódico ‘Daily NK’, con sede en Seúl pero dirigido por desertores norcoreanos, había informado tres días antes que el líder de Corea del Norte había sido operado el 12 de abril por una afección cardiovascular. Kim fue visto por última vez en público el 11 de abril, cuando presidió una reunión del Partido de los Trabajadores.
En su blog, Andray Abrahamian, miembro no residente del Instituto Económico de Corea y con un doctorado en medios norcoreanos, daba un apunte muy interesante explicando cómo, normalmente, estas informaciones con fuentes anónimas que salen de este periódico suelen ser cogidas con pinzas por los medios internacionales. Y, muchas veces, ni siquiera se publican fuera de Corea del Sur. Pero esta vez ocurrió algo diferente. Fue un prestigioso medio como la cadena CNN la que dio un paso más: ‘Fuente estadounidense: líder norcoreano en grave peligro después de una cirugía’, rezaba un titular.
Supuestas cartas de Kim
Entonces se dispararon los rumores. Reuters dijo el pasado sábado que China había enviado médicos militares a Corea del Norte. Algo que recordó cuando en 2008, Kim Jong-il, padre del actual líder, sufrió un derrame cerebral y fue atendido por doctores chinos. Medios de Japón y Hong Kong dijeron que había fallecido. Desde Corea del Sur, otro diario apuntaba a que estaba en «estado vegetativo». Incluso ayer muchos se hicieron eco de las declaraciones de un tipo llamado Ji Seong-ho, abogado desertor de Corea del Norte, que afirmó con rotundidad que Kim Jong-un ha fallecido.
Mientras corrían todos estos rumores, desde la dictadura norcoreana, el principal diario, Rodong Sinmun, publicaba supuestas cartas escritas por Kim. Como una enviada el lunes al presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, felicitándole por el Día de la Libertad, o un mensaje de agradecimiento a un grupo de trabajadores del país que están levantando un complejo turístico en Wonsan. En este lugar situaron varios medios el tren privado del dictador gracias a unas imágenes por satélite analizadas por los expertos de 38 North, un diario de monitoreo de Corea del Norte con sede en Washington.
«Escuchar más a Seúl»
Leif-Eric Easley, profesor de estudios internacionales en la Universidad Ewha en Seúl, explica en ‘The Guardian’ que la desaparición de Kim ha resaltado que el mundo no está preparado para la inestabilidad en Corea del Norte. «Washington, Seúl y Tokio necesitan una coordinación más estricta en los planes de contingencia. Si las fotos de la reaparición de Kim son auténticas, una lección es que el mundo debería escuchar más al Gobierno de Corea del Sur y menos a fuentes no identificadas y rumores», agrega el profesor.
Oficialmente, desde Corea del Sur siempre lo han tenido claro. Moon Chung-in, uno de los principales asesores de seguridad nacional del Gobierno surcoreano, ya apuntó el 26 de abril que «Kim Jong-un está vivo y bien. Ha estado en el área de Wonsan desde el 13 de abril. Hasta ahora no se han detectado movimientos sospechosos». En la misma idea incidió Kim Yeon Chul, ministro de Unificación de Corea del Sur.
Ahora, tras la reaparición de Kim, acabaron las especulaciones. Seguramente, nunca sabremos qué ha pasado realmente estas tres semanas de ausencia pública del líder norcoreano.