( Prensa Latina) La Pontificia Academia por la Vida llamó hoy aquí a elaborar un concepto de solidaridad que vaya más allá del compromiso genérico de ayudar a quienes sufren.
En un documento titulado ‘La comunidad humana en la era de la pandemia: reflexiones preliminares sobre el renacimiento de la vida’, la institución vaticana señaló que una pandemia invita a todos a afrontar y plasmar nuevamente las dimensiones estructurales de la comunidad, ‘opresivas e injustas’.
Los contornos fundamentales de una ética del riesgo, radicada en un concepto más amplio de solidaridad, implican una definición de comunidad que rechaza todo tipo de provincialismo, la falsa distinción entre los ‘que están dentro’ de la comunidad y los que esperan recibir el reconocimiento para pertenecer a ella.
Desde esa perspectiva, puntualizó que el acceso a una asistencia sanitaria de calidad y a los medicamentos esenciales debe ser reconocido efectivamente como un derecho humano universal, premisa de la cual se derivan ‘dos conclusiones lógicas’.
La primera, apuntó, tiene que ver con el acceso universal a las mejores oportunidades de prevención, diagnosis y tratamientos, en tanto la segunda se relaciona con ‘la definición de investigación científica responsable’.
En ese sentido, subrayó que el bien de la sociedad y el bien común del sector sanitario están por encima de cualquier interés de lucro, por lo cual ‘la dimensión pública de la investigación no puede ser sacrificada en el altar de las ganancias privadas’.
Tras destacar el papel de la Organización Mundial de la Salud en el contexto de la pandemia, el documento acotó que ‘la verdadera cuestión actualmente afrontada por la familia humana, es el significado moral y no meramente estratégico de la solidaridad’.
La articulación de la solidaridad como principio de ética social, se basa en la realidad concreta de una presencia personal del necesitado que clama por ser reconocido y ‘por tanto, la respuesta que se nos exige no es sólo una reacción basada en nociones sentimentales de simpatía’.
Es la única respuesta adecuada a la dignidad del otro, que reclama nuestra atención, una disposición ética fundada en la preocupación racional por el valor intrínseco de todo ser humano, resaltó.