l presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajó a Washington invitado por su homólogo, Joe Biden, lo que algunos interpretan como una visita apaga fuegos ante una eventual guerra comercial entre Estados Unidos y la UE.
El gobernante galo aterrizó en la capital estadounidense la víspera acompañado de una delegación de amplio espectro que incluye, entre otros, desde directivos empresariales hasta cosmonautas y un director de cine, Claude Lelouch.
Como bien advierten observadores, detrás de esta primera visita oficial de Macron bajo la administración Biden, pero la segunda desde que entró en 2017 al Elíseo, existen una serie de discrepancias que exigen de ambos aliados tomar un tiempo para sentarse a conversar.
La Ley de Reducción de la Inflación, promulgada en agosto último por Biden, es la más reciente espina atravesada en la garganta de una Europa tensa por la crisis energética y el escenario de un conflicto en Ucrania.
El diferendo derivado de la ordenanza podría provocar un nuevo choque comercial en la historia entre Europa y Estados Unidos, pues la iniciativa de Biden busca mitigar a lo interno los efectos inflacionarios en medio del conflicto Rusia-Ucrania, en detrimento de los intereses de los socios del denominado Viejo Continente.
La Ley no solo incluye un paquete de subsidios por alrededor de 370 mil millones de dólares para invertir en la construcción de turbinas eólicas, paneles solares y microprocesadores, sino también destinará hasta siete mil 500 millones de dólares en subsidios para los compradores de vehículos eléctricos.
El que la Casa Blanca privilegie ese tipo de autos fabricados en territorio estadounidense es visto como un golpe económico a la Unión Europea (UE), en la cual Francia y Alemania son los abanderados en la producción de vehículos eléctricos.
Para no pocos es alto el riesgo de que el desajuste entre Europa y Estados Unidos empeore a medida que allá paguen más caro la energía y del lado de acá sigan impulsándose iniciativas a favor de la inversión en la industria.
El presidente de la segunda economía europea tiene particular interés en abordar esos temas altamente sensibles que algunos llaman la «desincronización» de la respuesta económica ante la crisis generada por el conflicto, y en materia de transición ecológica.
De manera que, para Macron, el mensaje europeo a Biden será claro: Europa sufre el mayor impacto económico debido al conflicto en Ucrania y la Ley para la Reducción de la Inflación es proteccionista.
Al menos ya el ocupante del Elíseo advirtió que Estados Unidos adopta un enfoque proteccionista «agresivo» y afirmó que los precios de la gasolina del país norteamericano para nada son «amistosos».
De acuerdo con datos oficiales del Gobierno de Francia el plan estadounidense podría ocasionarle pérdidas por unos 10 mil millones de euros en inversión y alrededor de 10 mil puestos de trabajo potenciales.
Para lectores entrelíneas: por algo será esta la primera visita de Estado organizada por Biden desde que asumió la presidencia en enero de 2021.
Francia es el aliado más antiguo de Estados Unidos y uno de sus mejores y más decisivos socios, señalan diversas fuentes de la Casa Blanca y de, hecho, al anticipar el arribo de Macron, el portavoz del Pentágono, John Kirby, se refirió al gobernante como el “líder dinámico” del más antiguo aliado de Washington.
«Viendo lo que está pasando en Ucrania, lo que está pasando en el Indo-Pacífico y las tensiones con China, Francia está realmente en el centro de todas esas cosas y el presidente Macron ha sido un líder dinámico dentro del G-7, particularmente en Europa”, subrayó.
Y por eso -enfatizó Kirby-, el presidente creyó que este era exactamente el país correcto y más apropiado para comenzar con las visitas de Estado.
La anterior de Macron a la Casa Blanca fue en abril de 2018 con Donald Trump como anfitrión.
Mañana serán las conversaciones con Biden, la rueda de prensa conjunta y la cena de Estado en la mansión ejecutiva con centenares de invitados.
El próximo viernes Macron concluirá su visita en Nueva Orleans, una ciudad que, por cierto, fue vendida junto a todo el territorio de Luisiana en 1803 a Estados Unidos por el entonces cónsul francés, Napoleón Bonaparte, a un precio de 15 millones de dólares de la época.
Agencia Prensa Latina