Cuando los cancilleres de México y España lograron una proximidad esta semana con acuerdos en la comisión binacional, el presidente Andres Manuel López Obrador aclaró que no significa el fin de la “pausa” política.
La declaración sorprendió muchísimo al Gobierno de Pedro Sánchez quien, basándose en declaraciones de Marcelo Ebrard y José Manuel Albares, pensó que la reunión de la comisión, después de un lustro sin celebrarse, significaba un borrón y cuenta nueva que sepultaba las discrepancias.
Ante la falsa apreciación española, López Obrador recordó que un asunto son las relaciones comerciales y diplomáticas que en teoría la “pausa” no las afecta, y otro los de principios, en especial cuando estas tocan la historia del país y su sentimiento nacional.
Un entendimiento en el ámbito de las relaciones diplomáticas queda chueco si el interés patriótico sigue afectado y no hay una reparación moral y ética, como es el caso que defiende México y que deberían de hacerlo también todos los países colonizados, martirizados y saqueados por los colonialistas españoles.
México considera que no es un tema pretérito, como alegan ideólogos españoles, sino muy presente y actual aun cuando supuestamente esta generación hispánica no lo considere así porque es asunto de sus lejanos antepasados.
Pero no es el caso, porque una actitud de no reconocer las atrocidades de los conquistadores e incluso exaltar a lo que hoy se calificaría de genocidio y culturicidio, marca una aceptación consciente de aquellos atropellos y una extrapolación de la mentalidad y ánimos virreinales hacia nuestros días.
Y en el caso de este México de la Cuarta Transformación, tales juicios tienen un sólido argumento en los abusos de las empresas españolas asentadas en este país, como la energética Iberdrola, que actúan exactamente igual que las huestes de Hernán Cortés, aunque no con arcabuces y pólvora, sino con dinero, tecnología y mecanismos de influencia para comprar voluntades.
Fue Iberdrola, según el Gobierno, la que estuvo detrás de la desaprobación en el Congreso de las reformas energética y eléctrica, y la que azuza el tema, junto con las estadounidenses, dentro del Tratado de Libre Comercio (T-MEC) con Estados Unidos y Canadá.
Es lo que cuestiona tan fuertemente López Obrador, más allá de la irreverencia del Ejecutivo de Sánchez y la realeza anquilosada y corrupta, primero del rey Juan Carlos, y ahora de su hijo Felipe, con un apoyo folletinesco de la derecha neofascista de VOX y del Partido Popular.
Esos y otros motivos primaron en las declaraciones del mandatario cuando afirmó que la relación con la nación europea sigue en “pausa”, porque “no hay de parte de ellos una actitud de respeto”. Aclaró, además, López Obrador que la “pausa” anunciada en febrero pasado está vigente y sigue pendiente que España admita y se disculpe por las atrocidades de la Conquista y la Colonia.
“No les vamos a pedir que nos devuelvan todo lo que se llevaron, nada más que reconozcan que hubo abusos, masacres, que se reprimió a los pueblos “originarios”, dijo el presidente cuando se le preguntó qué se requiere para reanudar la relación diplomática.
No obstante aclaró que fue bueno el relanzamiento anunciado por las Cancillerías y aseguró que los españoles son bienvenidos en México y que a ninguna empresa de ese país se le impide que haga negocios lícitos en México, pero agregó que “hay un pendiente” en la relación con España:
“Lo que no queremos es que nos vean como tierra de conquista, que nos quieran dar trato de país colonial”.
Se refirió a que no tuvo respuesta a la carta que envió al rey Felipe VI en 2019 en la que le pedía que se disculpara por la Conquista. “Ni siquiera tuvo la atención de contestarme”, fue la queja del jefe de Estado.
Hizo todo lo contrario el Vaticano cuando planteó un asunto similar. “Le mandé cartas al papa Francisco y me las contestó todas y no necesariamente coincidíamos”, dijo, y “cuando pedimos que para iniciar una etapa nueva en las relaciones de México y España considerábamos importante un gesto de humildad”, siguió, “salen conque tenemos que agradecerles porque vinieron a civilizarnos”.
Sin embargo, en lugar de rectificar y portarse con la misma humildad del papa, el Gobierno español, a través del mMinisterio de Asuntos Exteriores, rechazó “tajantemente” las declaraciones de López Obrador, y el enojo hispánico quedó evidenciado en que el comunicado fue emitido casi en la madrugada, algo atípico en estos casos.
De ello se desprende una importante conclusión: en la época moderna se imponen criterios de Hernán Cortés de aquella época: México sigue siendo una tierra de conquista y eso es inadmisible.
Agencia Prensa Latina