Los temas de interés de Estados Unidos carecieron de consenso en la recién terminada 52 asamblea general de la OEA, que logró acuerdos en asuntos vinculados al lema del evento, la lucha contra la desigualdad y la discriminación.
En el primer asunto de la agenda de Washington, el apoyo a Ucrania contra Rusia, no encontró eco el llamado, mediante un video, del teatral gobernante ucraniano, Volodímir Zelenski, a apoyar las llamadas sanciones occidentales contra Rusia.
La reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó una resolución contra Rusia por ese conflicto, a la que no se sumó un importante grupo de países, incluyendo a los que son considerados más importantes e influyentes de Latinoamérica, como Argentina, Brasil y México.
Los pronunciamientos contra los gobiernos de Venezuela y Nicaragua no lograron la adhesión de países que han optado caminos distintos a los de Estados Unidos y consideran que las naciones deben resolver sus problemas sin injerencias.
Por el contrario, la resolución solidaria con Argentina y su demanda de diálogo sobre las islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido, fue aprobada por aclamación, pese a que dos poderosos miembros, Estados Unidos y Canadá, son aliados de Londres.
Otro acuerdo que consiguió la unanimidad latinoamericana y caribeña respaldó la paz en Colombia y su consolidación, importante para ese país y su aporte a la paz regional, y elogió los esfuerzos del presidente Gustavo Petro en esa dirección.
Un ausente, Cuba, siempre de alguna manera presente, pese a su expulsión del organismo en 1962 por designio de Washington, mereció el cálido reconocimiento del canciller colombiano, Álvaro Leyva, por su apoyo a la paz de esa nación suramericana.
La mayor de las Antillas se hizo también presente en expresiones de solidaridad con la causa del fin del bloqueo estadounidense a Cuba, en especial de países del Caribe angloparlante.
El ministro colombiano, además, rechazó la inclusión de la Isla en la lista de países auspiciadores del terrorismo que unilateralmente elabora Estados Unidos.
Corrió por cuenta del vicecanciller boliviano, Freddy Mamani, una dura crítica a la OEA que, según el orador, está sumida en una de las peores crisis de la historia, por servir a intereses ajenos a los latinoamericanos.
Mamani extendió su crítica al secretario general de la vieja organización, Luis Almagro, por su injerencia en asuntos soberanos de las naciones de la región, mediante misiones de observación electoral que, según dijo, miden con doble rasero político a los países observados.
El viceministro sabe de lo que habla, porque una dudosa auditoría electoral convenientemente adelantada en forma parcial por la misión al servicio de Almagro, fue utilizada para exacerbar los ánimos y promover el sangriento golpe de Estado contra el presidente Evo Morales en 2019.
Una resolución de la asamblea expresó por otra parte preocupación por el caos reinante en Haití y planteó la necesidad de fortalecer la seguridad afectada por las pandillas, el sistema judicial y la lucha contra la impunidad y la corrupción, todo ello en medio de reiteradas intervenciones norteamericanas.
El pronunciamiento pidió a los países miembros de la OEA “que estén en condiciones de hacerlo” que brinden con urgencia apoyo al gobierno de Haití, cuyo canciller, Jean Victor Geneus, demandó ayuda para impedir el ingreso de armas y municiones que abastecen a las pandillas.
El país que está en mejores condiciones materiales y técnicas para hacerlo es Estados Unidos, que suma a ello su experiencia en intervenir militarmente en otras naciones, como Haití, lo cual no ha servido para solucionar los graves problemas de este país.
Tras la clausura del 7 de octubre, Almagro aludió a que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas atienda rápidamente el pedido del régimen haitiano que abre el camino al ingreso de una fuerza militar. El cierre de la 52 asamblea de la OEA tardó más de lo previsto, al parecer debido a la necesidad de afinar, por discrepancias, parte de la declaración final que al día siguiente de la clausura seguía sin ser difundida por la organización.
Buena parte de las enmiendas al texto provenían de gobiernos influenciados por corrientes conservadoras y religiosas que se niegan a aceptar conceptos como el enfoque de género y la diversidad sexual, entre otros ingredientes de una cultura de la igualdad.
Esas corrientes tuvieron importante presencia en el diálogo de los delegados con representantes de la sociedad civil de los países miembros.
En la asamblea participó el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, quien se reunió con elementos anticubanos radicados en Estados Unidos y personeros contrarios a los gobiernos de Cuba y Nicaragua y los arengó.
Paradójicamente, Blinken sostuvo contra lo evidente en una entrevista televisiva que su gobierno no mira si los gobiernos son de derecha o izquierda en sus relaciones internacionales.